Para hacer bungee se emplea material elástico que suele estirarse hasta el 400% y que rompe sobre 600%. En puénting, sin embargo, se emplean cuerdas de escalada que, al realizarse el salto de forma pendular, se llegan a estirar muy poco (un 3% ó 5%) y que, en condiciones extremas (caídas de escalada de factor 2), elongan sobre un 30%. Así que los materiales básicos son completamente diferentes.
En los primeros saltos elásticos se tendió a emplear arneses de paracaidismo, saltando de pie y colgando de los hombros. Pero, dándose cuenta del riesgo que ello suponía (ahorcarse con la goma en los rebotes), en seguida se cambió la conexión a los tobillos, generando para ello arneses de pernera. En consecuencia, la postura habitual de salto (y obligada para gente sin experiencia) es ir de cabeza, así no hay cambio brusco de postura al tensarse el elástico, y en los rebotes es mucho más difícil rozarse o ahorcarse con la goma. La gente especializada puede saltar hacia atrás, de pie, haciendo figuras o piruetas, de una sola pierna, etc.
Al ser necesario en algunos puentes recuperar a quienes saltan hacia el mismo, se suele añadir un arnés integral, para poder hacer una conexión en la zona del pecho y así subir de pie. El tercer arnés cumple también una función de seguridad, pues se conocen varios casos en que a quien saltaba se le han salido ambas perneras (generalmente por no colocarlas o apretarlas como es debido) y, en ese caso, actuaría la tercera conexión.
Como consecuencia de las diferencias entre góming y puénting, se genera otra más: se pueden realizar saltos de góming tocando agua al final de la caída , pues se llega con velocidad menguada.
En los primeros saltos elásticos se tendió a emplear arneses de paracaidismo, saltando de pie y colgando de los hombros. Pero, dándose cuenta del riesgo que ello suponía (ahorcarse con la goma en los rebotes), en seguida se cambió la conexión a los tobillos, generando para ello arneses de pernera. En consecuencia, la postura habitual de salto (y obligada para gente sin experiencia) es ir de cabeza, así no hay cambio brusco de postura al tensarse el elástico, y en los rebotes es mucho más difícil rozarse o ahorcarse con la goma. La gente especializada puede saltar hacia atrás, de pie, haciendo figuras o piruetas, de una sola pierna, etc.
Al ser necesario en algunos puentes recuperar a quienes saltan hacia el mismo, se suele añadir un arnés integral, para poder hacer una conexión en la zona del pecho y así subir de pie. El tercer arnés cumple también una función de seguridad, pues se conocen varios casos en que a quien saltaba se le han salido ambas perneras (generalmente por no colocarlas o apretarlas como es debido) y, en ese caso, actuaría la tercera conexión.
Como consecuencia de las diferencias entre góming y puénting, se genera otra más: se pueden realizar saltos de góming tocando agua al final de la caída , pues se llega con velocidad menguada.
En puénting, sin embargo, es algo a evitar, pues al ser una caída pendular, la máxima velocidad se obtiene en el punto más bajo, luego el impacto con el agua es bestial, y ha llegado a partirse (rajarse) gente al impactar con el agua e ir cada pierna hacia un lado.
Al estirarse el elástico cerca de un 300% (multiplicando por 4 su longitud en reposo) y, al menos, debiendo estirarse al 200% (es decir, tanto como su longitud inicial en reposo), la caída desacelerada es, como mínimo, igual de larga que la acelerada (y generalmente bastante más), luego la desaceleración suele ser más suave que la aceleración (que es 1g, pues es la Tierra la que nos atrae). En el momento del primer rebote, a la tensión que nos devuelve hacia arriba, ha de sumársele la atracción gravitatoria. Así que podemos llegar a sentir, como máximo, una tensión cercana a 2g (como si de nuestros tobillos colgaramos en reposo dos personas del mismo peso). Eso no es excesivo para casi nadie (al menos, no estando buen estado de salud y relativamente en forma), las fuerzas que sufrimos al saltar al suelo desde una silla ya son superiores, en nuestra propia casa.
Al estirarse el elástico cerca de un 300% (multiplicando por 4 su longitud en reposo) y, al menos, debiendo estirarse al 200% (es decir, tanto como su longitud inicial en reposo), la caída desacelerada es, como mínimo, igual de larga que la acelerada (y generalmente bastante más), luego la desaceleración suele ser más suave que la aceleración (que es 1g, pues es la Tierra la que nos atrae). En el momento del primer rebote, a la tensión que nos devuelve hacia arriba, ha de sumársele la atracción gravitatoria. Así que podemos llegar a sentir, como máximo, una tensión cercana a 2g (como si de nuestros tobillos colgaramos en reposo dos personas del mismo peso). Eso no es excesivo para casi nadie (al menos, no estando buen estado de salud y relativamente en forma), las fuerzas que sufrimos al saltar al suelo desde una silla ya son superiores, en nuestra propia casa.
Sensaciones
El góming es una experiencia muy emocionante, por una parte porque consiste en tirarse al vacío (como en puénting, pupuénting, tirolina, parabóling, supersalto, parapente, paracaidismo, saltos al agua…), pero la caída libre que nos permite la logitud del elástico, y la caída desacelerada consiguiente, lo hacen una sensación muy especial, más aún la ingravidez y la confusión (pérdida de referencias) que se siente en los rebotes. Podría pensarse que las sensaciones en paracaidismo, al ser la caída libre mucho mayor, serían más intensas. Pero la cercanía a Tierra y sus consecuentes referencias próximas (la velocidad es relativa) lo convierten en una actividad mucho más cargada de adrenalina. Eso lo sabe bien quien ha probado ambas actividades.
Cuando se hace góming saltando hacia atrás, la experiencia resulta aún más fuerte, pues la sensación de caída libre no viendo hacia dónde vamos, acrecienta el miedo, y eso se suele notar en la expresión del rostro. Generalmente no es una postura permitida para el primer salto, pues aumenta (la tentación) de saltar de pie. Y eso no es sano.
Cuando se hace góming saltando hacia atrás, la experiencia resulta aún más fuerte, pues la sensación de caída libre no viendo hacia dónde vamos, acrecienta el miedo, y eso se suele notar en la expresión del rostro. Generalmente no es una postura permitida para el primer salto, pues aumenta (la tentación) de saltar de pie. Y eso no es sano.
Peligros y medidas de seguridad
El góming, instalado y realizado debidamente, es una actividad de bajo riesgo (lo afirman y reconocen las aseguradoras que le dan cobertura) pero la creencia generalizada es la contraria, que es una de las cosas más peligrosas que se pueden hacer. Y claro que hay riesgos. En orden decreciente de importancia (siniestralidad):
1. Saltar mal. Es el mayor riesgo, pues para la mayoría de personas suele ser su primer salto, y el nerviosismo la lleva a actuar mal (o no se le han dado las necesarias y convenientes explicaciones de forma adecuada). Soltarse mal de la barandilla o de la estructura de la plataforma de salto, es una de ellas. Pero caer de pie es la más común (como en la foto superior). En esas circunstancias quien salta cae de pie hasta tensarse la goma, y el cambio de postura resulta (muy) brusco, pues la conexión va a los pies. Se ha llegado a medir 7'8 g de desaceleración en casos así, y eso no es nada agradable (casi multiplicamos por 8 nuestro peso, como si se nos hubieran introducido 7 polizones de nuestro mismo peso en el cuerpo).
2. Gruísta poco experto. Cuando el góming se realiza desde una grúa, el operario de la misma es el responsable del aterrizaje de quien salta, hasta que un auxiliar en tierra sujeta y lo pone de pie. Pero es frecuente que un técnico de grúa no habituado a los saltos, no tenga en cuenta la dimensión de los rebotes, con lo que saltador puede tocar suelo con la cabeza (cuelga de los pies) al acercarlo a tierra. Eso suele ser muy grave.
3. Material inadecuado. Suele pasar con el material habitual en los Estados Unidos. Éste lleva una funda textil (de polipropileno, poliestireno o poliamida, habitualmente), la misma limita la elongación de la goma, (muy) bruscamente a veces. Y, como fruto se producen tirones bruscos, desprendimientos de retina, rotura de capilares oculares, dolores en tobillos, problemas de osamenta, salidas de perneras, etc. Con el material tipo neozelandés (únicamente compuesto por goma, entre los grilletes metálicos de los extremos), eso no pasa. Pero su riesgo es otro, el siguiente.
4. Que la goma estire excesivamente. Esto suele ocurrir con los elásticos tipo neozelandés (los de pura goma), por dos motivos: 1) por no emplear el elástico adecuado al peso de quien salta sino al de gente más ligera; o 2) por hacer la instalación indebidamente, de una manera para la que no se diseñó la goma, especialmente por suspender la goma más abajo de lo debido, colgando de una cuerda demasiado larga. Las consecuencias de estos dos errores son también dos: 1) que saltador toque suelo (con la cabeza), o, en caso de sobrar altura; 2) ruptura de goma. Esto no es fácil, pues normalmente se calcula y realiza el salto de forma que no sobre mucha altura al suelo (la normativa de Nueva Zelanda exige dejar al menos un 15% de margen al suelo), y la goma no suele romper hasta llegar al 600%. Para partir la goma habría que lanzar 4, 8 ó incluso 16 veces la masa máxima habitual, dependiendo de cómo esté dimensionada (para estirar al 400, al 300 ó al 200%, respectivamente, al caer la masa máxima establecida), luego la suavidad que se quiera en la desaceleración, o el margen de resistencia residual a la tracción deseada.
5. Que la goma estire demasiado poco. Consiste en saltar con una goma dimensionada para gente más pesada. O de un cálculo inadecuado en su diseño. Eso conlleva una brusca desaceleración, y el consiguiente tirón para saltador. Las consecuencias se acercan a las del caso 3.
6. Rotura de goma. Es muy difícil, pues habitualmente se fuerza sólo entre un 6'5% y 25% de sus resistencia total a la tracción. Aunque varias prácticas afectan y una cualquiera de ellas (o varias combinadas) pueden generar la fractura: el uso excesivo del elástico (se suele limitar a unas 200 veces); emplearlo durante excesivo tiempo (no debería emplearse durante más de 6 meses); permanecer al sol excesivo tiempo (los rayos ultravioletas lo castigan severamente); sufrir temperaturas extremas (más de 50 °C sobre cero o bajo cero); disolventes orgánicos; agentes químicos abrasivos; abrasiones físicas;... Los responsables del accidente acaecido el 21 de 2002 en Madrid, por ejemplo, arrojaban la goma de golpe en el momento del salto y la colgaban considerablemente más abajo del borde del puente (unos 7 metros más abajo, eso originaba un impacto de 40 km/h en cada caída), luego, la goma de la cabeza de conexión superior (la que más sufre ese trato) rompió y falleció un joven de 21 años.
7. Saltar sin recibir permiso. Esto se suele deber a una falta de normas y explicaciones claras, por ejemplo el cuidado de duplicar los permisos necesarios para poder saltar. Y es asimismo peligroso permitir que alguien se coloque al borde del puente (o de la plataforma de salto) sin tener ya todo preparado o las debidas conexiones de seguridad provisionales (que se quitarán para saltar cuando ya todo esté ultimado). Ha habido casos de saltos encordados en que se ha efectuado el salto sin haber recibido permiso para hacerlo. Las consecuencias no suelen ser buenas.
8. Caída de objetos. Quien salta no debe llevar nada que se le pueda escapar (bolsillos vacíos; calzado bien amarrado; sin gafas, gorras, joyas y objetos de valor.). Es especialmente importante cuando pueda haber gente abajo. Y toda la gente que pueda estar en el puente o plataforma de salto ha de conocer y cumplir esa norma. Cuidado especial con los objetos rodantes (botellas, latas, etc.).
Hay otros riesgos (terremotos, rachas repentinas de viento, colisiones con aparatos voladores, aves, perdigones perdidos) que no están en manos de quien organiza o gobierna el salto, pero que debe prever y paliar, en lo posible.
1. Saltar mal. Es el mayor riesgo, pues para la mayoría de personas suele ser su primer salto, y el nerviosismo la lleva a actuar mal (o no se le han dado las necesarias y convenientes explicaciones de forma adecuada). Soltarse mal de la barandilla o de la estructura de la plataforma de salto, es una de ellas. Pero caer de pie es la más común (como en la foto superior). En esas circunstancias quien salta cae de pie hasta tensarse la goma, y el cambio de postura resulta (muy) brusco, pues la conexión va a los pies. Se ha llegado a medir 7'8 g de desaceleración en casos así, y eso no es nada agradable (casi multiplicamos por 8 nuestro peso, como si se nos hubieran introducido 7 polizones de nuestro mismo peso en el cuerpo).
2. Gruísta poco experto. Cuando el góming se realiza desde una grúa, el operario de la misma es el responsable del aterrizaje de quien salta, hasta que un auxiliar en tierra sujeta y lo pone de pie. Pero es frecuente que un técnico de grúa no habituado a los saltos, no tenga en cuenta la dimensión de los rebotes, con lo que saltador puede tocar suelo con la cabeza (cuelga de los pies) al acercarlo a tierra. Eso suele ser muy grave.
3. Material inadecuado. Suele pasar con el material habitual en los Estados Unidos. Éste lleva una funda textil (de polipropileno, poliestireno o poliamida, habitualmente), la misma limita la elongación de la goma, (muy) bruscamente a veces. Y, como fruto se producen tirones bruscos, desprendimientos de retina, rotura de capilares oculares, dolores en tobillos, problemas de osamenta, salidas de perneras, etc. Con el material tipo neozelandés (únicamente compuesto por goma, entre los grilletes metálicos de los extremos), eso no pasa. Pero su riesgo es otro, el siguiente.
4. Que la goma estire excesivamente. Esto suele ocurrir con los elásticos tipo neozelandés (los de pura goma), por dos motivos: 1) por no emplear el elástico adecuado al peso de quien salta sino al de gente más ligera; o 2) por hacer la instalación indebidamente, de una manera para la que no se diseñó la goma, especialmente por suspender la goma más abajo de lo debido, colgando de una cuerda demasiado larga. Las consecuencias de estos dos errores son también dos: 1) que saltador toque suelo (con la cabeza), o, en caso de sobrar altura; 2) ruptura de goma. Esto no es fácil, pues normalmente se calcula y realiza el salto de forma que no sobre mucha altura al suelo (la normativa de Nueva Zelanda exige dejar al menos un 15% de margen al suelo), y la goma no suele romper hasta llegar al 600%. Para partir la goma habría que lanzar 4, 8 ó incluso 16 veces la masa máxima habitual, dependiendo de cómo esté dimensionada (para estirar al 400, al 300 ó al 200%, respectivamente, al caer la masa máxima establecida), luego la suavidad que se quiera en la desaceleración, o el margen de resistencia residual a la tracción deseada.
5. Que la goma estire demasiado poco. Consiste en saltar con una goma dimensionada para gente más pesada. O de un cálculo inadecuado en su diseño. Eso conlleva una brusca desaceleración, y el consiguiente tirón para saltador. Las consecuencias se acercan a las del caso 3.
6. Rotura de goma. Es muy difícil, pues habitualmente se fuerza sólo entre un 6'5% y 25% de sus resistencia total a la tracción. Aunque varias prácticas afectan y una cualquiera de ellas (o varias combinadas) pueden generar la fractura: el uso excesivo del elástico (se suele limitar a unas 200 veces); emplearlo durante excesivo tiempo (no debería emplearse durante más de 6 meses); permanecer al sol excesivo tiempo (los rayos ultravioletas lo castigan severamente); sufrir temperaturas extremas (más de 50 °C sobre cero o bajo cero); disolventes orgánicos; agentes químicos abrasivos; abrasiones físicas;... Los responsables del accidente acaecido el 21 de 2002 en Madrid, por ejemplo, arrojaban la goma de golpe en el momento del salto y la colgaban considerablemente más abajo del borde del puente (unos 7 metros más abajo, eso originaba un impacto de 40 km/h en cada caída), luego, la goma de la cabeza de conexión superior (la que más sufre ese trato) rompió y falleció un joven de 21 años.
7. Saltar sin recibir permiso. Esto se suele deber a una falta de normas y explicaciones claras, por ejemplo el cuidado de duplicar los permisos necesarios para poder saltar. Y es asimismo peligroso permitir que alguien se coloque al borde del puente (o de la plataforma de salto) sin tener ya todo preparado o las debidas conexiones de seguridad provisionales (que se quitarán para saltar cuando ya todo esté ultimado). Ha habido casos de saltos encordados en que se ha efectuado el salto sin haber recibido permiso para hacerlo. Las consecuencias no suelen ser buenas.
8. Caída de objetos. Quien salta no debe llevar nada que se le pueda escapar (bolsillos vacíos; calzado bien amarrado; sin gafas, gorras, joyas y objetos de valor.). Es especialmente importante cuando pueda haber gente abajo. Y toda la gente que pueda estar en el puente o plataforma de salto ha de conocer y cumplir esa norma. Cuidado especial con los objetos rodantes (botellas, latas, etc.).
Hay otros riesgos (terremotos, rachas repentinas de viento, colisiones con aparatos voladores, aves, perdigones perdidos) que no están en manos de quien organiza o gobierna el salto, pero que debe prever y paliar, en lo posible.
Motivaciones
El ser humano (a consecuencia de su capacidad de abstracción) tiene capacidad de enfrentarse a retos y superarlos, luego siente esa necesidad. La necesidad biológica hace que se generen capacidades, sentidos, órganos u aparatos específicos, y, una vez que los tenemos, esos sentidos, órganos, aparatos o esas capacidades hacen que sintamos determinadas necesidades.
Así como hemos heredado el instinto del miedo a la altura (los individuos no equipados con este instinto tienden a morir cayendo desde un precipicio y a no dejar descendencia), también hemos heredado la capacidad de superar dificultades (consecuencia de las estrecheces y retos a los que se enfrentaron nuestros antepasados) y eso ha ido conformando nuestro equipamiento, especialmente el psíquico. Nuestra historia evolutiva está tachonada de situaciones difíciles que hemos ido superando, luego hemos ido transmitiendo esas capacidades que nos han permitido vencer dichos retos. A consecuencia, los seres humanos (sobre todo a partir de la pubertad) tenemos una capacidad de hacer operaciones abstractas con elementos abstractos (lo que Piaget llamaba capacidad operatoria formal) que nos permite imaginar de forma prácticamente ilimitada, luego nos impulsa crear, superar dificultades, afrontar retos.
Cuanto más difícil es el reto mayor es la satisfacción al superarlo. Superar el miedo que tenemos a la altura (a caernos) nos da mucho placer. Quienes saltan no son suicidas (en es caso sa ahorrarían mucha parafernalia y gastos), actividades como el góming sirven para aumentar el apego a la vida (aunque parezca lo contrario), valorarla más y aprender eficaces técnicas de seguridad para favorecerla, al menos en circunstancias similares.
Así como hemos heredado el instinto del miedo a la altura (los individuos no equipados con este instinto tienden a morir cayendo desde un precipicio y a no dejar descendencia), también hemos heredado la capacidad de superar dificultades (consecuencia de las estrecheces y retos a los que se enfrentaron nuestros antepasados) y eso ha ido conformando nuestro equipamiento, especialmente el psíquico. Nuestra historia evolutiva está tachonada de situaciones difíciles que hemos ido superando, luego hemos ido transmitiendo esas capacidades que nos han permitido vencer dichos retos. A consecuencia, los seres humanos (sobre todo a partir de la pubertad) tenemos una capacidad de hacer operaciones abstractas con elementos abstractos (lo que Piaget llamaba capacidad operatoria formal) que nos permite imaginar de forma prácticamente ilimitada, luego nos impulsa crear, superar dificultades, afrontar retos.
Cuanto más difícil es el reto mayor es la satisfacción al superarlo. Superar el miedo que tenemos a la altura (a caernos) nos da mucho placer. Quienes saltan no son suicidas (en es caso sa ahorrarían mucha parafernalia y gastos), actividades como el góming sirven para aumentar el apego a la vida (aunque parezca lo contrario), valorarla más y aprender eficaces técnicas de seguridad para favorecerla, al menos en circunstancias similares.
Lugares habituales donde se practica
En el estado español hay muchos lugares donde se suele practicar el salto con elástico: el Puente Del Río Cofio , en Santa María De La Alameda, Madrid; el puente de Azkarate-Madariaga , en Azkoitia, Gipuzkoa; el puente de Gundián, Ponte Ulla, Galicia; el Puente De Las Siete Lunas, en Alcoy, Alicante; el puente de El Grado , Huesca; el puente de La Salve, Bilbao, Bizkaia; el de Caín , León; el Puente Nuevo en Lugo capital;...